Virgen, Aurora,
la Misma.
Tu angélica voz
me ordena
que te cante,
que te siga.
¿O soy yo mismo
quien dícese
estar de ti sin
compañía?
Eres un
presentimiento;
preludio de
nueva vida.
Casi tan real
como una idea:
voz de mujer que
musita
al alma un
destino cierto.
Yo sé que
vendrás un día,
cual frágil
naturaleza.
Que entre mis
manos, dormida,
producto de mis
desvelos,
te me darás
prevencida.
Mágico fruto de
fe.
Hoy trabajo tu
conquista,
esclavo en tu
sombra-luz
(cual de Jacob
su porfía
con el ángel que
venció),
germen de ti: la
poesía.
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