martes, 7 de febrero de 2012

Inés Arredondo: la verdad como invención creativa


Por Mauricio Enríquez
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La escritora Inés Arredondo representa, sin duda, un símbolo para la intelectualidad sinaloense en el terreno literario y, me atrevo a decir, también en el terreno filosófico. Su obra breve, pero profunda, forjada en el crisol de su propia existencia, revela el esfuerzo de una mente por transformar la vida, por practicar la propia libertad en la creación o recreación de esa vida. Siendo en este acto de creación donde radica la verdad.
Como ella misma escribe en su ensayo autobiográfico "La verdad o el presentimiento de la verdad", nació en Culiacán, Sinaloa (un 20 de marzo de 1928), pero "eligió" la infancia que vivió en Eldorado, una hacienda azucarera cercana a Culiacán; donde la relación con su abuelo materno, Francisco Arredondo, cobró especial importancia para ella.

"En Culiacán, en la escuela, con mis padres, me sentía incrustada en una realidad vasta, ajena, y que me parecía informe. En cambio, en Eldorado, la existencia de un orden básico hacía posible entrar a ser un elemento armónico en el momento mismo en que se aceptaba ese orden. En Eldorado se demostraba que si crear era cosa de locos, los locos tenían razón" (Arredondo, 2006: 3).

Inés Arredondo elige ese pasado como su verdadera niñez porque en él se vislumbra la alegría de crear. Afirma cómo Eldorado fue construido, árbol por árbol y sombra tras sombra, por dos hombres "locos" en complicidad con su abuelo. Hombres que no sólo inventaron un pueblo, sino también una manera de vivir.

Esther Avendaño-Chen, en su libro "Diálogo de voces en la narrativa de Inés Arredondo", explica quiénes fueron esos hombres:

"Eldorado perteneció a Joaquín Redo Balmaceda, senador porfirista por Sinaloa, cuyo capital fue uno de los más grandes de su tiempo, y a su hijo Diego Redo de la Vega; ambos fueron gobernadores del estado, terratenientes e industriales" (Avendaño-Chen, 2000: 25).

Sorprende este dato de los fundadores de Eldorado (1899), más por el vínculo que los unió a Francisco Arredondo, abuelo de Inés, ya que su padre fue un delahuertista tabasqueño de nombre Mario Camelo y Vega. A él, Inés Arredondo le reconoce haberla puesto en contacto por primera vez con la literatura, desde su niñez. No obstante, fue también quien se opuso a que estudiara la carrera de filosofía.


Respecto a las diferencias ideológicas entre padre y abuelo materno, ella confiesa no haber tenido conciencia de ello sino hasta en su juventud: "[...] desde que recuerdo, las personas que conocía resultaban muy personas, muy concretas, nunca abstractas representaciones de una raza o una clase social" (Arredondo, 2006: 6). El descubrimiento de las injusticias sociales, pese a su palpable realidad, no implicó para ella alinearse en alguna corriente de ideas acerca del mundo social, que le parecían abstractas. En todo caso, quizás, su lucha contra la injusticia, contra la opresión, era librada por ella en el ámbito de la conciencia y su expresión literaria. No en la fundación de conceptos, sino de valores.


A pesar de la oposición que tuvo de su padre a que estudiara filosofía, contó con el apoyo moral y económico de Francisco Arredondo, realizando dichos estudios entre 1947 y 1951, en la UNAM. Y aunque en un principio tenía la intención de estudiar especialmente filosofía, se cambió a literatura al iniciar su segundo año. Este cambio se atribuye a una crisis espiritual que sufrió, causada quizás por la ideas liberales y el ambiente universitario, no sólo laico, sino hasta negador de la idea de Dios, tan contrario a las ideas y al ambiente conservador y religioso en que educó su niñez y primera juventud. Al parecer, la falta de sentido de la existencia, producto de la crisis de la noción de Dios, la orilló a buscar un nuevo sentido de dicha existencia en la creación literaria más que en la profesión filosófica. Un sentido que, según la escritora pasaría a residir en el amor, en el "amor humano".

En 1953, se casa con el poeta Tomás Segovia. Este primer matrimonio significaría para ella diez años de trabajo literario en pareja, además de los tres hijos que con él engendró. Significó también la publicación de sus primeros cuentos, en la revista de la Universidad Nacional y en la Revista Mexicana de Literatura. En la primera, publica el cuento "El membrillo" (1957); mientras que en la segunda: "La señal" (núm. 1, enero-marzo, 1959), "La casa de los espejos" (núm. 12-15, junio-septiembre, 1960), "La Sunamita" (núm. 9-12, septiembre-diciembre, 1961), "Canción de cuna" (núm. 9-10, septiembre-octubre, 1964) y "Mariana" (núm. 5-6, mayo-junio, 1965). Todos estos cuentos pasarían después a formar parte de su primer libro, "La señal" (1965).

La Revista Mexicana de Literatura tuvo dos épocas: de 1955 a 1958, dirigida por Carlos Fuentes, Emilio Carballo y Tomás Segovia; y la segunda, en que participó Arredondo, fue de 1959 a 1965. Tal participación vincula a la sinaloense al grupo denominado "de la casa del lago" o "grupo de la Revista Mexicana de Literatura". Este grupo incluyó escritores como "Juan García Ponce, Juan Vicente Melo y José de la Colina. Coetáneos de la revista y en ocasiones sus colaboradores, fueron Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco" (Avendaño-Chen, 2000: 40). Este grupo, heredero de una línea de pensamiento originada en el grupo "contemporáneos", al que pertenecieron Jorge Cuesta, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y José Gorostiza, se caracterizó por una actitud "universalista", opuesta (aunque no absolutamente), a las preocupaciones nacionalistas de la época, inscritas en los efectos de la "revolución institucional". Por esto mismo se caracterizaron por ser un grupo marginal de escritores.

Además de esta actitud universalista, el grupo de la Revista Mexicana de Literatura poseía otras características comunes. Los temas de sus obras, por ejemplo, convergían en el pasado personal, y en lo político tocaban tangencialmente el tema de la Revolución Mexicana y el movimiento del 68. La recurrencia de la intertextualidad era otra de sus características, que hacía de sus obras un concierto soterrado, oculto, de voces de distintos textos literarios.

En 1965, luego de residir algunos años en Uruguay, junto con sus tres hijos (Inés, Ana y Francisco), concreta en forma legal su separación con Tomás Segovia, aunque desde años atrás su relación ya era distante. Este año significó el inicio de una nueva etapa en su experiencia, que también coincide con el cierre de la Revista Mexicana de Literatura. Durante diez años a partir de entonces, Arredondo se dedicará a la docencia en la UNAM, en diversas áreas de la coordinación de humanidades: "profesora de la materia 'Siglos de Oro', maestra de literatura en la Escuela de Cine y colaboradora de Radio UNAM (1965-1968)" (Avendaño-Chen, 2000: 31). Además, desempeña cargos en la Biblioteca Nacional y en la Escuela Nacional Preparatoria; y escribe su primer libro de cuentos: "La señal".

En 1979 publica su segundo libro: "Río subterráneo". Con éste se hace acreedora al "Premio Xavier Villaurrutia". Y su último libro de cuentos fue "Los espejos", que apareció en 1988, un año antes de su muerte. También se cuenta entre sus textos importantes su tesis de maestría "Acercamiento a Jorge Cuesta".

Llama la atención la distancia temporal entre sus libros de cuentos, la cual no era debida a inactividad literaria, sino a una especie de desinterés por publicar. Esta actitud es congruente con la idea que la autora tenía de la literatura como expresión de las "vivencias", que no sólo está conformada por historias, sino por un "sentido de la existencia". No es difícil concluir que la escritora sinaloense daba primacía al vivir (y expresar adecuadamente la vida) por encima de figurar como una escritora prolija. Sin embargo, es esta misma discresión en su actividad literaria, lo que propició por algunas décadas el escaso estudio de su obra que, sin embargo, últimamente ha ido en aumento.

"Si creo que en la vida es posible escoger del total informe de sucesos y actos que vivimos, aquellos pocos e insustituibles con los cuales se puede interpretar y dar sentido a la vida, creo también que ordenar unos hechos en el terreno literario es una disciplina que viene de otra más profunda en la cual también lo fundamental es la búsqueda de sentido. No sentido como anhelo o dirección, o meta, sino como verdad o presentimiento de verdad" (Arredondo, 2006: 7).

Esos hechos, o más bien símbolos, que son elegidos para su literatura como expresiones de la existencia pasan por temas como el incesto, la transgresión, la libertad, la muerte, lo erótico, etc. Todos ellos, abordados desde una perspectiva filosófica y femenina, sin que esta consideración de género menoscabe la universalidad de lo expresado; es decir: que lo expresado valga también para el género masculino. Y es que, sobre todo, subyace una idea muy general en las temáticas: una autoridad opresora cuyas víctimas son o pueden ser igualmente hombres o mujeres, aunque sus agentes son fundamentalmente hombres.

En entrevista con el periodista Miguel Ángel Quemain, Inés Arredondo dijo respecto al tema del feminismo en la literatura:

"- Inés, ¿hay escritoras y escritores?
- Hay escritores, las mujeres estamos haciendo muy mal en decir: 'la mejor escritora', 'es de las mejores escritoras'. Yo no soy escritora, yo no quiero ser una de las mejores escritoras. Quiero ser uno de los mejores narradores de México junto con los hombres, yo creo que las mujeres nos estamos discriminando solas".

En 1972 se casa con el médico cirujano Carlos Ruíz Sánchez, con quien (no obstante parecer alejado del ámbito literario) pudo compartir el interés por la literatura casi tanto como lo hizo con Tomás Segovia. Lo conoció en sus "visitas a los hospitales" que tuvo que hacer debido a un problema que desarrolló en la columna vertebral, por el cual recibió cinco operaciones. Éstas resultaron inútiles, e Inés tuvo que permanecer en silla de ruedas durante sus últimos años.

Uno de sus últimos reconocimientos importantes, a sus 60 años de vida, fue el "Doctorado honoris causa" por parte de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en premio a su carrera literaria.

En lo que algunos han pensado que fue, como su vida, una muerte "elegida", simbólicamente, fallece el 2 de noviembre de 1989, en su domicilio de la ciudad de México, en compañía de su esposo.

Bibliografía:

1. Arredondo, Inés. "La verdad o el presentimiento de la verdad", en Obras completas. Siglo XXI. México.2006.
2. Avendaño-Chen, Esther. Diálogo de voces en la narrativa de Inés Arredondo. Difocur-Universidad de Occidente. 2000.


Páginas web:
La generación de Inés Arredondo
El trastocamiento feminista de Inés Arredondo
El talante filosófico (y transgresor) de Inés Arredondo
Entrevista a Inés Arredondo por Miguel A. Quemain


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