Has venido con la noche,
no sé a qué hora exactamente.
De pronto han sido tu faz,
tu mirada; mi sonrisa, mis sueños.
Largamente duermes en mi sangre,
en el hervor de mis deseos.
Y te cambias de nombre
y de rostro a cada rato.
Busco tu nombre incierto…
Quiero tenerlo, como si así
me ganara la vida;
como al aliento mismo lo busco.
Y aquí está, remoto,
asido entre mis dedos tensos
como una flor herida.
Aquí está, conmigo,
tu nombre muerto.
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