más honda y pura
que la vergüenza:
el olvido de mí mismo.
Cuando sale a flote,
miro los grises días pasados
de mi vida,
en que me he perdido
contemplando dulces sueños.
Entonces comprendo
el afán humano del poeta,
del pensador, del hombre auténtico,
de construirse a sí mismos
para no olvidarse.
Esta vergüenza, honda y pura,
no intimida;
antes bien, alienta y guía.
Es la contraparte de esa tristeza
por no seguir las vías comunes y de moda.
Contra todo lo esperado,
la vuelta a sí mismo
de esta vergüenza,
si es debidamente atendida,
es un renacer de la existencia.
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